TRAS LAS HUELLAS - CAPÍTULO I


Dedicado especialmente al doctor Julio César Tagle (Jotacet) amigo entrañable y poeta admirado de estas páginas, a mi querida amiga y poetisa Amalia Rodriguez Perez (Ebelim), mi estimadísimo amigo Paulino Sevilla y a su preciosa perra "Furia", quienes fueron fuente de inspiración para este cuento; tenía pensado hacer la dedicatoria al final de este cuento de cuatro capítulos, pero para evitar malos entendidos vaya esta dedicatoria al principio. Gracias Jotita, Gracias Chiqui, Gracias Pauli, Gracias Furia por acompañarme en este nuevo reto. Los quiero.

17 de Enero, 2:15 pm

El teléfono no dejaba de sonar, a esa hora casi todos se encontraban almorzando. El edificio de la central de policía contaba con más de cuarenta empleados; ese día de verano, la oficina de investigación criminalística parecía arder de calor, no funcionaban los aires acondicionados, los teléfonos de los escritorios parecían el paroxismo de la locura, sonando todos a la vez; Ebelim una de las secretarias de los detectives del departamento llegó corriendo a atender el teléfono del escritorio de su jefe, secándose el sudor del cuello, atendió extenuada, la voz del otro lado de la línea transmitía mucha angustia.

- Aló? Central de Policía de Puerto León, quien habla por favor?
-¿Se encuentra el detective Pinzón? – era la voz de una mujer -
- Lo siento, bajó hace media hora, fue a almorzar, ¿quién le llama por favor?
- Disculpe es personal, le dejaré mi teléfono para que me llame. Le ruego no se olvide, es muy importante, muy importante…
- Sí señora le daré su recado, por favor espere un segundo que buscaré donde anotar… Ya, dígame el número.
- 0428 688 69 76 - Le agradezco - dijo al terminar, y colgó.
- Hola! Hola! Señora! Jesús, cuánto misterio!

Víctor Tagle, otro de los policías entró trayendo en las manos unas bolsas de perros calientes y unos refrescos. Puso todo encima de su escritorio atiborrado de papeles y órdenes.

- Ebelim aquí tienes tu perro y una seven-up, no me debes nada, gracias.
- Qué pesado eres!, la verdad no tengo mucha hambre con este calor agobiante.
- Qué ha pasado por aquí, alguna novedad? ¿Donde están las otras secres?, ¿no piensan venir a trabajar? Carajo! esto es el infierno, esos teléfonos no paran.
- Atendí un llamado para Pinchi, era una mujer muy misteriosa, solo dejó su teléfono.
-Bueno, cuando vuelva que la llame. Cielo, por favor le puedes llevar al dire estas órdenes, me olvidé de hacerlas firmar. - ¿Si? Gracias
- Está bien, dame acá, ummmm ¡Qué pesado eres! Pero hazme el grandísimo favor, hazte cargo de este pandemonium. ¿Sí? Gracias.

A la media hora llegó Pinzón arrastrando los pies, secándose el sudor de su frente, era un tipo de baja estatura, ojos color café, con dos entradas muy marcadas en su cabeza gris, no muy gordo, pero su barriga de cincuenta años le daba apariencia grotesca. Llegó a su escritorio atiborrado de notas, carpetas y papeles, vio la nota con un teléfono sobre su escritorio. Se quedó extrañado. -¡Ebelim! ¡Ven aquí!

-No está Sargento, la mandé con el dire para que me hiciera firmar unas órdenes. Gritó Tagle desde su silla.
-¿Y no podías ir tú? ¿Quien te ha dado atribuciones para meterte con mi secretaria?, la próxima vez resuelve por ti mismo, pedazo de alcornoque.
-Bueno Pinchi, no se sulfure. Fue solo por esta vez, quería almorzar no tuve tiempo.
-¡Sargento para ti! Y otra vez vete a comer más temprano, el olor a cebolla de tu perro me dan ganas de vomitar.

Tagle pensó para sí –“no está en su mejor día al parecer” – sí mi Sargento, lo que Usted diga mi Sargento- Pinzón lo miró con cara de odio. Deseaba que terminara este día, que arreglaran esos malditos aires, deseaba que llegara el otoño, el calor en ese pueblo mataba a cualquiera. ¿Cuándo vendrá esa mujer? Si tarda un poco más le bajaré el sueldo. Pobre chica, no la culpaba, tenía que aguantarle todas sus amarguras de poli fracasado, de hombre a punto de divorciarse. Este verano además de agotador, prometía ser aburrido, rutinario.
Del ascensor salió Ebelim, una mujer solterona de treinta y siete años, típica muchacha de pueblo, que todavía esperaba su príncipe azul, de apariencia impecable, con su blusa blanca, falda azul y su pelo recogido en un simpático moño.

-Ebe, mujer no puedes abandonarme así, mira lo que es esto, los papeles ya me llegan al cuello. Así no se puede trabajar, cuántas veces te he dicho que no le estes haciendo favores a ese carilindo de Tagle, que lo que menos ganas tiene es de ser policía ¿Qué es esta nota? No entiendo nada, un teléfono ¿de quién? Cristo! Ya me estoy cansando.
-Pinchi no te enojes, sí, tienes razón, la culpa fue de Tagle, me envió a hacerle la segunda, pero es la última vez, te lo prometo, enseguida ordeno todo. Hace como una hora y media llamó una mujer, preguntó por ti, solo dejó su teléfono, ah! Y que era muy, muy importante. Solo eso.
- Y no le preguntaste quien era? Como se llamaba, dónde vivía? ¿A que hora llamó?
- Ay no Jefe, lo lamento!, le quise preguntar y colgó demasiado pronto. Serían las dos y veintiocho.
- Ya, olvídalo, entre tú y Tagle me mandarán al manicomio un día de éstos. Llamaré a ver qué demonios quiere esa mujer. ¿No ha llamado mi hija?
-No jefe, no he atendido ningún llamado de Mónica. Lo lamento.

A Pinzón se le oscurecieron un poco los ojos, su hija era lo que más quería en este mundo, era lo único que tenía, para Moni a sus diecisiete años le era difícil aceptar el divorcio de sus padres. Casi no podía verla, entre el trabajo y su mala relación con su ex, se le imposilitaba cada vez más hacer tiempo para ella. Marcó el número 0428 688 69 76, sonó varias veces, hasta que salió la voz de una grabadora –Por favor no puedo atenderlo, deje su mensaje y devolveré su llamada a la brevedad- “Soy el Sargento Enrico Pinzón, estoy devolviendo la llamada que usted me hizo a la estación de Puerto León”, colgó después con fastidio. Ajjjjj, mujeres! Será alguna que quiere pescar a su marido infraganti.

20 de Enero, 7:35 am

El detective Tagle se iba caminando siempre a la estación, quedaba cerca de su apartamento, una residencia de alquiler para hombres solteros, era de esos solteros inconquistables, de unos cuarenta y cinco años, era de los que creían que amar a una sola chica era egoísta, él quería amar a todas; muy alto, de espaldas anchas, de brazos musculosos, bien parecido, vivía solo con su perro Furia, un hermoso pastor alemán que lo que menos representaba era su nombre, pero era su mejor amigo, su leal compañero, dormía a los pies de su cama en una alfombra, eso sí sabía llevarle las pantuflas todas las mañanas cuando se levantaba y lo despertaba para que lo llevara a su ronda perruna matutina.
Después de levantarse lo llevó al parque para que hiciera un poco de vida de perro, lo dejó otra vez en la cocina, sin querer imaginar que desastres haría ese día. Miró el reloj, Pinzón lo mataría, estaba retrasado veinte minutos. Caminó apurado hasta el kiosco para comprar unas donas, un jugo y el periódico local que para variar no abundaba mucho de noticias. Mientras comía la dona, leyó la portada, vio una foto, una crónica. La dona se le atragantó por la mitad. Le pagó inmediatamente al dueño y salió corriendo sin esperar el cambio. Cuando Pinzón viera esto, se armaría la de san Quintín.

-Jefe, jefe! ¡No se imagina lo que traigo! ¡Prepárese! ¿Ya desayunó? Ojalá que no.

El sargento miró el reloj de la pared, no tenía remedio ese Tagle, ni aunque le metieran un cu-cú dentro de la cabeza llegaría a la hora a la estación. – Tagle no me molestes desde ahora, solo dime cuando me harás el honor de llegar a tu trabajo, un minuto antes, solo un minuto antes.

-Lo siento Pinchi, digo, perdón, mi Sargento, bueno jefe, usted sabe, mi Furia ya está un poco viejo y me pide ir al parque a ver a otras de su especie. Se siente más solo que un perro. Pero jefe, perdone que lo interrumpa, mire lo que le traigo, lo acabo de ver, una primicia.

Pinzón le sacó el periódico de las manos, leyó la nota que se hallaba bajo la foto de una mujer muerta, desnuda, en la orilla del río Amarillo, a cuarenta kilómetros aproximadamente del pueblo, siguió leyendo, “Cadáver de mujer encontrado en el río Amarillo, aún sin identificar, su cuerpo fue hallado en horas de la tarde de ayer, sin señales de violencia, su caso está siendo investigado” ¡Maldición! Tagle, deja lo que estés haciendo, tenemos que ir a la morgue.

-¡Si Jefe! Yo lo sabía! Empezó la acción!- Guardó en su chaleco antibala su pistola calibre 45 y fueron rumbo al ascensor.


Continuará...

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