MONÓLOGO CON LA SOLEDAD

Hablar contigo es hablar conmigo, de estos espacios vacíos entre el aburrimiento, la ansiedad y las horas que se hacen eternas; somos la cara y la contracara de dos que se aman y se odian, cuando te alejas mucho tiempo te extraño, se hace necesario tu silencio, tu imagen invisible que no conozco porque no tiene forma humana, la presiento pegada en las paredes, en la cama, a mi espalda, donde vayan mis pasos; cuando me peino ante el espejo, estás ahí mirándome cínicamente, burlándote de las arrugas que ya no puedo tapar con ninguna crema, de ese cansancio que asoma en mis ojos.
Cuando vuelves te detesto, lucho por arrancarte de mi cuerpo, de mi ropa, de mis zapatos que dejan tu huella también. Desde mis entrañas te llevo pintada de gris, de sombra, agazapada detrás de mis hombros, por si intento escapar de tus garras. ¿Adónde podría ir sin que me siguieras? todas las calles, todos los caminos, hemos andado y desandado, compañeras y enemigas; estoy hablando a solas pero también estás gritando desde el patio que te deje entrar, que son las ocho de la noche, que tú, soledad... irónicamente también te sientes sola.
Monstruo de mil cabezas que devoras los sueños, ahuyentando alegrías, destiñendo albas; dueña de mis miedos, de mis pecados, de mi desesperanza. Soledad milenaria, te parieron los amores imposibles, los recuerdos polvorientos, los versos acumulados en el alma, y las agujas del reloj que avanzan sin perdonar el pasado ni el mañana.
Esta pieza de paredes amarillas, se asemeja a un cuadro de Van Gogh sin girasoles, en la colcha amarilla estás sentada o acostada, dictándome el pensamiento, apoderándote de mi mente, tú inspiras, yo escribo como una autómata este desprecio que te ganas al correr del teclado. Tú tienes lástima de mi orfandad, de estas ganas de patearte, de tirarte por el abismo de una montaña, de ahogarte en una playa; de cuántas formas podría asesinarte... y si te mato volverías a reencarnar en otra como tú.
Porque ahí donde vivas tú estaré yo, ahí donde yo esté, invariablemente tú; a pesar de que me has arrancado tanto, lo mejor que tuve, lo que más anhelaba, el intento por odiarte es más que inútil, porque a pesar de todo te llevaste algún recuerdo más no el olvido. Trajiste un agridulce dolor que bebo con el cáliz de mis derrotas, que se mezcla en mi sangre y vierto entre lágrimas claras y resignadas. Y esos besos que murieron en mi boca, en cada aurora vuelven en rocío de antaño como gotitas de lluvia humedeciendo el papel, la prosa.
Eres definitiva, como la parca que más tarde o más temprano arañará el portal de mi tiempo. Definitiva mas no infinita, allí nos diremos adiós, distintos trenes tomaremos, tú irás a otros brazos desnudos, a otro cuerpo vencido de desamor y fracasos. En esa última estación veré por última vez tu faz esquelética, tus ojos sin pupilas, tus manos de humo y neblina; entraré a otra puerta desconocida, a otra galaxia de sueños, de esperanzas, y definitivamente allí no estarás tú... estarán quizá las respuestas que no sé, esperaré una voz que me guíe, que me anuncie que llegué al puerto final donde la eternidad te habrá vencido, soledad...

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