LA CLARIVIDENTE - CAPÍTULO I
El hogar de la familia Nelson era muy sencillo; de condición
humilde, pero sabían vivir con lo que ganaban, papá Boris, pescador de
profesión, hombre de complexión fuerte, manos rudas, llevaba cada tarde su
balde repleto de pescados para vender y para el sustento de la familia; mamá
Clara, medio gordinfla, arrastrando el peso de sus cincuenta y ocho años,
bastante abandonada en su aspecto, vistiendo unas
alpargatas y una bata vieja; los trabajos en el hogar, los hijos, el marido,
poco tiempo y ganas le quedaban para mirarse en un espejo. Tuvieron cinco
hijos, dos varones, tres mujeres; en escalerita, todos seguidos; la vivienda
era una chocita de madera que Boris Stogonoff, de ascendencia rusa, construyó
al lado del río. Su vida era común, sin comodidades, pero tenían esa alegría
que solamente conoce la gente pobre; vivir sin presiones, sin angustias, sin el
materialismo que existe en los demás. Boris, Clara y sus cinco muchachos. Una
casa pequeña, de madera, un río, los árboles, los pájaros, y el amanecer y
anochecer de cada día. No necesitaban nada más. Los niños iban a una escuelita
que quedaba a dos kilómetros, al menos llegarían hasta el sexto grado, luego
los varones aprenderían el oficio del padre. Al mediodía era la hora sagrada
para reunirse todos a la mesa a disfrutar del delicioso pescado que Don Boris
proveía cada semana en el hogar, servido con arroz o en una suculenta sopa con
verduras. A pesar de su humildad, su fe siempre se mantenía firme e
inquebrantable, antes de dar comienzo el padre bendecía los alimentos dando
gracias a Dios.
Ese mediodía había mucha algarabía, risas, Don Boris en la cabecera mientras
Clara iba y venía con los condimentos, el agua, la sal, el perro y el gato
también como miembros de la familia, esperaban impacientes el turno para ser
convidados. El aroma al pescado frito llenaba el comedor.
-Pásame la sal Anita
-Alex, siéntate bien, no pongas los codos en la mesa- se dirigió Boris. ¡Mujer
por qué no te sientas de una vez, siempre lo mismo, cuando estamos acabando es
que tú te sientas a comer!
-Ya viejo, no gruñas, ¿cómo está ese dorado?
-Rico mami, mmmmm, para chuparse los dedos – decía una vocecita suave.
-Lisette por qué no estás comiendo? Hasta que no termines no te levantas de la
mesa.
Lisette la penúltima de ocho años, miraba a todos comer, esa mañana estaba un
poco calladita, en realidad su forma de ser era un poco retraída.
-Papá, no me gusta el pescado, tiene muchas espinas. Me comeré solamente las
verduras.
-Vamos niña, yo te ayudaré le sacaré las espinas a tu pescado pero me haces el
favor y te lo comes. – le dijo su madre Clara. –Pero te veo como medio rara, ¿qué te anda pasando? ¿estás enferma?
-No mami, no estoy enferma pero me siento un poco triste.
-¿Y eso? –Don Boris frunció el ceño – Todos pusieron sus ojos en la niña
preocupados también.
-Es que me siento así, muy triste, -pequeñas lágrimas aguaron sus ojos- el hijo
de los Román va a morir mañana.
Don Boris se atragantó, lo que le provocó una fuerte tos; a Clara se le cayó el
vaso de las manos. Los demás niños se miraban unos a otros. Nadie entendía
nada.
-¡Pero qué estás diciendo muchachita! ¡Acaso te volviste loca! Tú debes tener
fiebre. Hazme el favor y sube a acostarte a tu cuarto. ¡Hábrase visto, por
Dios!
No se volvió a hablar del tema. Lisette se quedó en su cuarto, llorando, y sin
entender ella misma por qué había dicho tal cosa. Solamente pensó en lo que su
mente había visto el día antes: Al pequeño Esteban Román de cinco años
hundiéndose en el río.
A la mañana siguiente, muy al alba, Boris preparaba sus anzuelos, su caña y sus
redes para comenzar su jornada. Era sábado, por lo que no habría escuela, las
niñas mayorcitas ayudarían a mamá en los quehaceres de la casa, los varones a
sacar la basura, nadie en la casa estaba nunca ocioso. Lisette y Anita de
cuatro años, jugaban en el patio trasero, saltando, e inventando sus juegos de
niñas. De repente Lis, como le decían a veces, empezó a ver imágenes, que iban
y venían, como luces parpadeantes chocando en sus ojos, alguien cayendo por la
colina… un niño… agua… mucha agua…. el niño se hundía hasta las profundidades
del río. Sus pulmones se llenaban de agua. Ya no veía vida en él. Mamáaaaaa, el
niñoooo!!! se ahoga!!!! ¡¡¡ se ahoga!!! Clara corrió hacia ella abrazándola,
pero Lis convulsionaba en un ataque de nervios, descontroladamente.
Esa tarde esperó ansiosa el regreso de su marido, para contarle lo que había
pasado, habría que llevar a la niña a un médico, a alguien que la revisara,
tenía miedo que se le estuviera volviendo loquita, su niña tan pequeña, era
imposible. Pero Boris tardaba más que otros días. ¿Qué pasaría? El nunca
llegaba tan tarde. Ya iba ocultándose el sol, Dios mío, que no le hubiera
pasado nada. Quizá no tuvo buena pesca y se quedó otro poco más para no volver
sin nada. Pero a estas horas ni siquiera tenía lumbre, ni siquiera había luna
llena, frotaba sus manos ansiosa, mirando el camino por si lo veía venir. Como
a las nueve de la noche ya había acostado a todos los hijos, se quedó limpiando
los trastos, poniendo orden en su cocina, cuando sintió la puerta que se abría
lentamente. Apareció Boris, empapado de pies a cabeza, casi sin moverse cerró
la puerta y se quedó parado, estático, mirando el suelo.
-¡Viejo! ¡Qué te pasó por Jesucristo nuestro Señor! ¡Pero si estás hecho una
sopa!
-Ni te imaginas mujer, ni te imaginas. Estaba pescando hoy, me fui con el bote
un poco más allá de mi sitio preferido, un poco más cerca de los Román, cuando
vi un tumulto de gente gritando, entrando y saliendo del agua. Les grité: ¿qué
pasa? ¿Necesitan ayuda? –Alguien me gritó enloquecido, Esteban, el más pequeño,
cayó al río, no lo encontramos. Solté mi caña, todo… y me tiré para unirme a la
búsqueda. Hace tres horas lo encontramos, con la cabeza abajo, flotando en el
agua… muerto…
-¡¡¡Ay Señor!!! ¡¡¡No puede ser!!! ¡¡¡Qué horror!!! Viejo, Lis justamente tuvo una
crisis hoy al mediodía, gritaba desesperada que veía en el agua, a alguien ahogándose…
Viejo, acuérdate de ayer en la mesa, ¿cómo pudo saberlo?
-No sé, mujer, tendremos que hablar con ella, que algún médico la vea, le hagan
algunos estudios; yo seré ignorante, pero estoy seguro de que eso fue una
premonición.
Así comenzaron para Lisette sus primeras visiones de clarividente. Un don que
no la abandonaría en toda su vida, y que pasaría a formar parte de la vida de
muchas personas.
Como a las seis de la mañana Verónica Marall se dio una ducha; ese día se lo
dedicaría todo para ella, saldría a caminar, trotar un poco; al mediodía tenía
un almuerzo con sus dos amigas del alma, Patricia y Adriana, las tres eran una
fórmula explosiva, “las tres mosqueteras” así les decían en la universidad.
Cuando una estaba en apuros las otras se presentaban de inmediato, eran
jóvenes, tres adolescentes de 18 y 19 años, Verónica comenzaba sus estudios de
medicina, Patricia, odontología y Adriana informática. Ese mediodía tenían
previsto almorzar para planificar las vacaciones de julio, o ir a una excursión
a las montañas, o un crucero por el Caribe, o una gira París-Madrid-Lisboa. Aun
no sabían, tirarían a cara o cruz, o un sorteo con papelitos, cualquier cosa,
pero alguna parte irían, en búsqueda de aventura, de romance, de lo que el
destino les ofreciera. A la noche aún no tenía decidido, si aceptar la
invitación de David, o de ir a casa de sus padres para darles una sorpresa. Por
lo pronto, salió de la ducha y mientras se iba vistiendo, fue a la cocina a
preparase un croissant con jamón y queso, y unos huevos revueltos. Se puso el
mono azul y blanco, las zapatillas rosadas, y su vincha negra de karate para
atajarse el pelo en la frente.
Sonó el teléfono pero no lo atendió, esperó a escuchar el mensaje para ver
quién sería:
-Vero, es Patri, dónde andas loca? Ya saliste? Quería contarte algo…
-Epa, boba, soy yo, estoy saliendo –Verónica había agarrado el tubo.
-Tan temprano? No quieres que te acompañe? La misma ruta de siempre?
-No, ya me voy, de regreso te llamo. Como a las once estoy de vuelta. ¿Y qué es
eso que querías contarme?
-No, mejor te lo cuento personalmente. Te espero, no tardes loquita, ¡¡corre
bastante!! te voy a extrañar!!
-¿No digo que eres una boba? Ni que me fuera a escalar el Everest. Nos vemos
bobitaaaaaa. Te quiero muchoooooo.
Verónica terminó su desayuno, agarró su celular, su Cd, sus audífonos, no se
olvidaba nada. A las once estaría de regreso.
El teléfono comenzó a sonar a las once y cuarto, habló la voz de Patricia:
-Bueno loquita que pasó, ¿todavía no llegaste? ¡¡¡Apúrate que tenemos que hablar!!!
El aparato siguió sonando de hora en hora, ya la voz de Patricia no parecía
feliz:
-Amiga, ¿pero qué pasa contigo? Te estoy llamando a tu celular y tampoco
responde, ya me estás asustando ¡¡¡caray!!! Si no me llamas dentro de una hora me
voy a enojar contigo, de veras. Adriana también te está llamando y tú nada ¡¡¡caray!!!
Siguió sonando el timbre del teléfono hasta la madrugada. Adriana y Patricia se
presentaron en el apartamento de su amiga, tocaron el timbre, pero nadie
atendió. ¿Qué había pasado con Verónica? Ella no era así, nunca fallaba a sus
compromisos, si decía que volvía a tal hora, a tal hora volvía. Algo no andaba
bien. Solamente sabían que alrededor de las 6.30 o 7 de la mañana había salido
a trotar al Parque O’Higgins, y que después regresaría como a las once a.m.;
que quizá se reunirían las tres para planificar el viaje. Después de ahí se
perdió su pista. Las jovencitas decidieron esperar hasta la seis pm. Si no
había noticias llamarían a sus padres. Verónica vivía sola en ese apartamento
que sus padres le alquilaron para estar cerca de la universidad. Las otras dos
chicas vivían con sus familias, aunque la mayor parte del día se lo pasaban en
lo de su amiga para dormir a veces, o para estudiar durante el día.
El celular de la chica Marall no volvió a contestar. Como muerto. Las dos
amigas recorrieron el parque O’Higgins, por si la encontraban, pero era un
parque muy extenso, con muchos árboles y callejuelas, a las 5 de la tarde lo
cerraban. El cielo se tornó más oscuro, las dos adolescentes regresaron a la
parada del autobús, tomadas de la mano, como dándose fuerzas. Ese cielo sombrío
y sin estrellas, traía malos presagios. Verónica Marall estaba desaparecida.
En casa de los Marall estaba todo tranquilo, el reloj dio las 7 de la noche,
cuando la criada le anunció a Beba Marall que tenía una llamada.
Beba atendió enseguida: -¿Si, quién?
Una voz insegura y apagada habló desde el otro lado de la línea:
-Sí, Beba, soy yo Patri
-Querida, ¿cómo estás? Me sorprendió tu llamada. ¿A qué se debe ese milagro?
-Quería preguntarle, por casualidad, ¿Vero está con ustedes?
Beba se quedó asombrada de esa pregunta. Su Nanni, ¿cómo iba a estar con ellos?
-No querida, ¿por qué me preguntas? Pero tú deberías saberlo mejor, tú y
Adriana. Me quieres explicar? No se supone que ustedes se la pasan juntas.
-Si… ejem… lo que pasa es que como Vero me dijo que tenía reservada una visita
sorpresa para ustedes. Y bueno… esta mañana hablé con ella por teléfono, se
estaba vistiendo para ir a trotar y bueno…
-Patricia, ¿qué pasa? Te siento como nerviosa. ¿Y entonces? ¿No has ido a su
apartamento?
-Si fuimos, se suponía que regresaría como a las once a.m. Llamamos a su
celular y no responde. En el departamento no hay nadie aparentemente. Fuimos al
parque también pero no la hemos visto. No quería preocuparla, pero como ya son
las siete, no sabemos qué hacer. Y pensamos que podría haber ido hasta allá.
Beba calculó las horas, desde las once de la mañana hasta las siete de la noche,
es mucho tiempo, no quería alarmar a la familia todavía, solo consultaría con
su marido. El miedo se metió por sus poros. No quería ni imaginar, no quería
pensar en lo que estaba invadiendo su mente. Tenía que conservar la calma, la
serenidad.
-Está bien, querida, yo te llamaré, creo que lo mejor será que viajemos hasta
allá, es un viaje de cuatro horas, así que estaremos llegando a la madrugada.
Le rezo a Dios que para ese momento haya aparecido. ¡¡¡Ay esa niña!!! ¿Dónde se
habrá metido? ¿No habrá salido con alguno de sus amigos?
-Le preguntamos a David, pero al parecer, él no la vio en todo el día.
Ya habían pasado veinticuatro horas después de la desaparición de Verónica;
Beba y su marido, Jean-Claude, salieron presurosamente a la estación de
policía; iban tomados de la mano, consolándose mutuamente, dándose ánimo y
esperanza de que su hija aparecería en cualquier momento. En la oficina del
capitán los esperaba el Inspector Kossi, quien los recibió amablemente, se
encerraron a puerta cerrada. El inspector cerró las cortinas y pidió que no le
pasaran llamadas. Tristán Kossi era un hombre blanco, tenía unos cincuenta y
ocho años, de contextura fuerte, vestía una camisa celeste de manga corta,
llevaba puesto un chaleco antibalas, bluejeans, tenía algunas pecas en la cara,
pelirrojo, ojos muy azules; pero no se parecía en nada a los detectives de la
televisión; les pidió que se calmaran y que fueran respondiendo a sus
preguntas, con toda la sinceridad posible.
-¿Cuándo fue la última vez que la vieron?
-Nosotros vivimos en Lago City, como a cuatro horas de este pueblo; a nuestra
hija la vimos por última vez hace tres meses, ella estudia en la Universidad,
por eso se vino a vivir a Loma Verde; le alquilamos un apartamento pequeño, que
compartía muchas veces con sus dos amigas, Adriana y Patricia.
-¿De qué hablaron la última vez?
-Pues, de sus estudios, de sus proyectos, de asuntos familiares, nada fuera de
lo común. Ella era muy alegre (inconscientemente habló en pasado, como si ya no
viviera), perdón quise decir, es una chica alegre, divertida, optimista, como
todas las chicas de su edad. Tiene 19 años.
-¿No tiene ninguna sospecha de que quisiera suicidarse, o quisiera huir hacia
otro lado?
Beba no entendió esa pregunta, o el inspector no la entendió a ella. –Le digo
Inspector, que era una niña optimista, sólo quería terminar su carrera de
medicina y trabajar en alguna clínica, o poner un consultorio privado.
-Disculpe, señora Marall, debo hacerle todas estas preguntas que son de rigor,
para desviar cualquier sospecha, usted conoce a su hija, pero yo no. Hasta
ahora no se ha encontrado ninguna evidencia de violencia, o de algo peor.
¿Tenía novio? ¿Conocía chicos?
-Eso se le pueden responder mejor las amigas, a mí en realidad no me contaba
mucho sobre sus amigos; ya saben cómo son las jovencitas, por teléfono no había
mucha oportunidad de hablar mucho sobre su vida personal.
-¿Mientras vivió con ustedes no hubo nunca peleas familiares? ¿Alcoholismo?
¿Drogas?
-Jamás Inspector, jamás. Es una niña decente, sana mental y físicamente.
-Sí señora, pero tiene diecinueve años. Usted misma ha dicho que no conoce
mucho de su vida personal.
Beba sentía que perdía la paciencia, sus ojos se le llenaban de lágrimas.
Jean-Claude la abrazó y la besó hablándole al oído –Cálmate querida. Todo se va
a solucionar.
-Bueno señora Beba, señor Jean-Claude, por ahora no haré más preguntas. No
quiero que se sientan peor de lo que están; sí les voy a pedir que me den una
foto de su hija, la más reciente, para publicarla; y si en esta semana no se
sabe nada, trate de distribuir por todo el pueblo de Loma Verde un volante con
la foto de su hija, pidiendo que cualquier información que tengan se comuniquen
a la estación de policía. No le recomiendo que ponga su teléfono privado. Si
esta situación se prolonga, los medios de comunicación comenzarán a hacerle
preguntas, a averiguar sobre su hija. Cuánto más gente colabore en esta
búsqueda, contribuirá a encontrar a Verónica. Ahora vayan a su casa, deben
conservar la serenidad, y rezar mucho para que todo esta investigación culmine
positivamente. Que tengan buenos días.- Les dio la mano al matrimonio, pero en
cuanto salieron, una sombra cruzó por sus ojos…
La vida de Patricia y Adriana no volvió a hacer la misma, era como si a cada
una les faltara un brazo, o una pierna, o un miembro indispensable de su
cuerpo; cuando pasaban por la calle de su apartamento, se quedaban mirando,
como esperando que su amiga saliese por la puerta a abrazarlas. Habían pasado
dos meses, nada volvió a saberse de Verónica, como si se la hubiera tragado la
tierra. Ahora sí tenían la certeza de que algo horrible debió ocurrirle. Al
menos no tenían la esperanza de volver a verla con vida. Ir a ver a sus padres
era ahondar en ellos el dolor, porque eran como dos hermanas de la muchacha
desaparecida. Las dos estaban seguras de que alguien se la llevó. Sabían de
alguien que podría saber algo. Lo único que Patricia pudo decirle a la policía
es que esa mañana habló con su amiga, quien tenía algo importante que decirle.
No tenía idea de que podía ser. ¿Si tenía novio? Novio no, aunque le gustaba un
chico de la universidad, un tal Tony, un chico bastante apuesto, simpático,
alto, de pelo negro rizado, con un físico muy atlético, estudiaba Educación
Física. Entrenaba en los colegios, y en algún gimnasio. Pero cuando la policía
lo localizó, Tony declaró que no la veía hacía una semana, hablaban por
teléfono, pero no se vieron esos días. Tenía una coartada bastante confiable.
Esa mañana estaba entrenando en el Colegio San Ignacio.
-¿A Tony no lo has vuelto a ver?
-No, recuerda que casi no lo conocíamos. Vero me le presentó –dijo Patricia-
pero después casi no lo veía.
-No me resigno a no verla más, al menos si ya no vive, saber dónde está su
cuerpo. Ayyyyy!!!! Me duele tanto amiga. ¡Qué injusta es esta vida!
-Tengamos fe, algún día la encontraremos. Algún día volverá con nosotros.
En la mañana de ese mismo día, una llamada entró en la central de Policía. El
oficial de guardia Marcus Estrada, atendió, habló unos minutos, y luego se
abalanzó en la oficina del Inspector Kossi
-Inspector, llamó una persona para denunciar que encontraron unas prendas y un
celular en el parque.
Kossi se levantó inmediatamente. –Que esa persona nos espere en el lugar, que
no se vaya, y que nadie toque nada de lo que halle a su alrededor. Seguramente
es de la chica Marall. Aunque habiéndose cumplido ya tres meses y medio, no
creo que pueda recogerse mucha evidencia, con la lluvia, y la gente que pasa
por allí, habrá contaminado muchas pruebas. Que nadie de aquí divulgue nada, no
quiero que la familia se entere hasta estar seguro. ¡¡¡Dios mío!!!! Con esta
noticia, ya no me cabe duda de que la chica está muerta-.
Llegaron con dos patrullas al parque O’Higgins, un lugar muy extenso, boscoso,
hermoso sitio, pero también un blanco fácil para depredadores humanos, que van
en busca de mujeres. Ya habían acordonado el lugar con cinta amarilla, y
marcando en la grama y en la tierra todas evidencias halladas. Había una
chaqueta azul y blanca, muy sucia; más allá, un celular Blackberry; y un poco
más lejos, un aparato de Cd. con los audífonos conectados. No había nada más.
Colocaron todo en diferentes bolsas plásticas. Kossi revisó un poco más el
sitio para buscar huellas de pisadas, de sangre, nada…. O la lluvia había
borrado huellas, o alguien había limpiado el lugar... Pero dejaron esas
pruebas. Quien fuera o quienes fueran no eran muy inteligentes.
Las pertenencias resultaron ser de Verónica. Se recogieron todas las huellas
que pudieran haber de ADN, o digitales, pero fue inútil. Se las entregaron a
sus dolidos padres que no encontraron conformidad. No había nada que hacer. Su
hija debía estar seguramente por allí, enterrada o…. En la mente de Beba se
dibujaban imágenes tortuosas, terroríficas. Nunca más podría volver a dormir
con normalidad. Nunca más podría continuar su vida, no hasta que le entregaran
el cuerpo de su Nanny, como fuera, como estuviera. Lloró amargamente. Su marido
no lograba cómo consolarla, su vida se había hecho añicos; pero no
quebrantarían su fuerza, ni su voluntad, no descansarían hasta encerrar a la
bestia que les había arrebatado a su niña.
Adriana y Patricia fueron a almorzar, era el 24 de septiembre de 2002, dentro
de poco se cumplirían cuatro meses de su tragedia. ¡¡Cuatro meses!! Cuatro
años, cuatro siglos, no había sitio en Loma Verde donde no estuviera pegada la
foto de Verónica con el mensaje: "Verónica Marall, desaparecida el 1 de
mayo de 2002. Fue vista por última vez en el parque O’Higgins. Quien tenga
alguna información les agradecemos notificar a los siguientes teléfonos: 00 800
51666778."
Central de Policía de Loma Verde. Mucho se había hecho para extender su búsqueda, los vecinos del lugar también contribuyeron inspeccionando en todo el parque, en las partes más boscosas, en los pantanos. Las unidades caninas contribuyeron rastreando con el olor de sus ropas; habían agotado todos los recursos, la policía trabajaba con mucha presión y contra reloj. Cuanto más tiempo pasara, más tiempo costaría encontrarla, y averiguar quien la había secuestrado o asesinado.
Central de Policía de Loma Verde. Mucho se había hecho para extender su búsqueda, los vecinos del lugar también contribuyeron inspeccionando en todo el parque, en las partes más boscosas, en los pantanos. Las unidades caninas contribuyeron rastreando con el olor de sus ropas; habían agotado todos los recursos, la policía trabajaba con mucha presión y contra reloj. Cuanto más tiempo pasara, más tiempo costaría encontrarla, y averiguar quien la había secuestrado o asesinado.
Se sentaron a almorzar todos, y Adriana habló con cierta inseguridad, pues le
incomodaba hablar sobre el tema.
–Sabe Beba, mi madre conoce a una señora que es clarividente. No sé si alguna vez ha conocido a una clarividente. Ella podría ayudar a encontrar a Verónica.
–Sabe Beba, mi madre conoce a una señora que es clarividente. No sé si alguna vez ha conocido a una clarividente. Ella podría ayudar a encontrar a Verónica.
-Hija, ¿me quieres decir que es una de esas mujeres que usan tabaco, té o café;
no querida, te agradezco, pero no creo en esas cosas, esa gente solo le gusta
sacarle dinero a la gente…
-No Beba, la interrumpió la joven de 20 años, una clarividente no es una
adivina, o una bruja, ni espiritista; son personas especiales con un don muy
especial; ellos tocando sus ropas, o su foto, sienten la energía de la persona
desaparecida. Con probar no se pierde nada, ni estaría cometiendo ningún
delito. Esas personas no actúan fuera de la ley, ni a escondidas. Si ustedes
quieren puedo programarles una cita-.
Beba dudó. Era creyente, asistía a su iglesia casi todos los domingos. Le
parecía una insensatez y un irrespeto a Dios, involucrarse en ese tipo cultura;
en el fondo le inspiraban miedo esas personas. Mas… por su hija haría cualquier
cosa. Ya habían recurrido a tantas formas de encontrarla, que una más…. No
tenía nada que perder… Verónica se había llevado toda su ilusión de vivir.
–Bueno querida, lo dejo en tus manos.
-Si Beba, en cuanto tenga la respuesta le aviso. Verá que no perderá el tiempo.
Mi mamá y mi tía utilizaron sus servicios una vez para encontrar a un familiar.
(Adriana no quiso agregar que por lo general estas personas casi siempre
obtienen respuestas negativas del hallazgo, por lo general los buscados
aparecen muertos)
El jueves siguiente Adriana acompañó a los padres de Verónica a la casa de la
clarividente, quien se llamaba Lisette Nelson. Sí, efectivamente, era esa niña,
la hija de Don Boris Sogonoff y su mujer Clara, la niña que tenía poderes
especiales, que predijo la muerte a su amiguito Esteban en el río. Hoy Lisette
era una mujer, de cuarenta y cinco años; muchos años habían transcurrido, y su
don de conectarse con las personas desaparecidas se había profundizado mucho
más. Cantidad de gente acudía a pedir su ayuda. Los resultados eran siempre
positivos, es decir que pocas veces fallaba en sus visiones. Hoy llegaba a su puerta
el matrimonio Marall. Lisette los recibió con mucho cariño, manifestándoles con
palabras de consuelo por la desaparición de su bella hija.
Pasaron al comedor, Beba todavía se sentía algo cohibida, le costaba creer en
esas cosas. No estaba segura si iba contra su fe, contra Dios. No estaba segura
si esa mujer era un estafadora, como tantas otras.
-No tema señora Marall. No tenga miedo de contarme lo que piense. Sé que para
usted debe ser difícil recurrir a este tipo de ayuda. Para todos es difícil la
primera vez. Le aseguro que haré todo lo que pueda. Como ve no soy una bruja
gitana, ni uso cartas de tarot, ni bola de cristal, mi trabajo no consiste en
eso. Solo necesito que me dé una foto de su hija, un mapa, o alguna prenda que
haya usado. ¿Cómo era el nombre completo de la niña?
-Verónica Estela Marall -. Le entregó al momento una foto muy linda de la
chica. Cada vez que la miraba, sentía que le clavaban mil cuchillos, que se
desangraba por dentro. Se la dio sin volver a mirarla.
-Les pido silencio por favor. Y otra cosa, no quiero que me comenten nada sobre
su desaparición. Ni lugares, ni nombres, nada. Absolutamente nada sobre su
vida. Sólo su nombre. Así, de esa forma, podré visualizar mejor que le pasó.
Todos debemos tener fe y confianza en el Ser Superior.
Al instante tomó la foto de la jovencita desaparecida entre sus manos. Cerró
los ojos. Miles de imágenes fueron a su encuentro. Su cuerpo se estremeció.
Veía árboles, muchos árboles, en uno de los árboles estaban marcadas las letras
F.N.A love A.M.L Se veía acostada en la tierra, el miedo y la angustia hicieron
convulsión en ella. Ella era Verónica. De repente otras imágenes golpearon sus
pupilas; un hombre la desnudaba; la manoseaba, estaba siendo violada, el
violador le arrancaba sus bragas, eran sus últimos minutos de vida, lo sabía;
ella luchaba, pateaba, intentaba arañar a su atacante, que luego golpeaba su
cabeza con algo muy duro; el sujeto a continuación le puso una cuerda alrededor
de su cuello; no pudo distinguirlo bien, su rostro estaba oscuro; no lo veía
con claridad, los ojos de Verónica no se lo mostraban pero había algo en él...
algo que no era totalmente desconocido; la respiración de la chica se agotaba;
sólo podía ver los ojos de su asesino mientras la estrangulaba; el alma de
Verónica Marall dejaba este mundo. Se había ido…
Lisette salió de su trance. Como en otras oportunidades sabía la respuesta. Y
esta era la parte más dolorosa: comunicárselo a sus pobres padres.
-Lo siento, pero Verónica se fue. Alguien la mató. La estranguló y le golpeó la
cabeza con una piedra grande. Es todo lo que pude ver por ahora.
-¡¡¡Diooos!!!! Pero ¿cómo lo sabe? ¿Cómo puede estar segura? Ahhhhh!!!! Beba y
Jean-Claude lloraron desconsolados.
-Hace treinta y siete años que tengo esa seguridad. Desde niña comencé a
desarrollar el don de la clarividencia. Verónica fue asesinada en un parque,
hay muchos árboles. En uno de los árboles están grabadas las letras F.N.A love
A.M.L Continuaré trabajando en su búsqueda; de eso pueden estar seguros.
-Gracias Lissette, de alguna forma nos sentimos más tranquilos, al menos ahora
sabemos que la policía tendrá otras herramientas para trabajar. Verónica fue
vista por última vez en el parque O’Higgins. Usted nos dirá cuánto dinero
debemos pagarle…
-No, mi trabajo no es lucrativo. Solo tiene sentido humanitario. Sólo me gusta
ayudar a las personas. Mi ganancia es saber que esas personas pueden aparecer,
ser devueltas a sus familias y enterradas en cristiana sepultura. Sigo estando
a la orden, de ustedes y de la policía. Pueden llamarme o venir cuando lo
deseen-. Se despidieron con un hasta pronto. Lisette sabía que volverían; el
contacto con Verónica Marall la dejó temblando. No pudo ver al asesino, pero su
don le dijo que estaba cerca, que Verónica lo conocía….
De ahí salieron inmediatamente a ver al inspector Kossi, quien no se esperaba
lo que sabría después.
-¡¡¡¿¿¿Quéeeee?!!!! ¿Una clarividente? ¿Pero ustedes creen en eso? ¡¡¡Ay Dios!!! No
lo puedo creer. Señora Beba, señor Jean-Claude… esto es algo muy serio, algo
muy grave. ¿Cómo pueden tomar las palabras de esta mujer como algo seguro,
confiable? Brujos, magos, espiritistas, clarividentes, para mí todo es lo
mismo. Vamos, ya estoy viejo para estas cosas-.
-Inspector, nos importa un rábano lo que usted crea. Por favor vayan a ese
parque y encuentren un árbol con las letras F.N.A love A.M.L
-Señora, ¿usted contó los árboles que hay en ese parque? No puedo poner a mi
gente a revisar árbol por árbol. Sería como buscar una aguja en un pajar.
-Entonces por favor, ¡¡¡por favor!!! Hable con Lisette Sogonoff, se lo ruego,
hable con ella, estoy segura que cuando la vea cambiará de opinión.
El 25 de septiembre, a primera hora de la mañana el inspector citó a la
clarividente en la entrada del parque. Se la imaginaba con un pañuelo, con
faldas largas hindúes, con blusas floreadas, con un puro en la boca. Nada de
eso, era una mujer relativamente joven, muy elegante. Pelo corto, castaño
claro, buena figura, lindas piernas. Era la “bruja” más atractiva que había
visto en su vida. La esperaban con un pastor alemán por si necesitaba su
colaboración canina.
-Buenos días, señora Lisette, aquí estamos para ayudar en lo que usted diga.
¿Cómo podrá encontrar ese árbol? ¿Cómo pudo adivinar todo lo que ha sucedido?
-Inspector Kossi, no soy adivina, solo una mujer con dones clarividentes. Veo a
través de imágenes, de energías que emanan a través de las fotos o ropas de las
personas desaparecidas; no me pregunte por qué, ni dónde, ni cómo, no tengo
respuesta para eso; solo me dejo llevar por ese sexto sentido o don o como
quiera llamarle. Ahora le agradezco, si me dejan caminar adelante yo sola, ni
quiero cerca ningún fotógrafo, ni periodista, ni policía, todo eso puede causar
interferencia; por favor déjeme tocar las ropas halladas de Verónica-. Le
alcanzaron la chaqueta. Lisette rozó con sus dedos suavemente la chaqueta azul
y blanca. Cerró los ojos. Empezó a caminar… Siguió derecho, luego dobló a la
derecha, había un caminito angosto, sabía que la mano de Verónica la estaba
guiando. Quería que la encontraran. Habrían avanzado como treinta metros. Al
final del caminito había un grupo de árboles. Lisette se internó aun más. Se
paró en un roble grande, inmenso. Tocó con sus manos: F.N.A love A.M.L . Ahí
era. Ese era el sitio. Aquí la habían asesinado. Volvió a sentir las manos en
su cuello. Vio la cicatriz en el rostro de su depredador y sus ojos nuevamente,
sus ojos de asesino, de ira, de odio. Le atravesaba una ceja. Abrió los ojos.
Aquí tiene Inspector, aquí está el árbol. Este es el sitio donde mataron a
Verónica. Kossi abrió sus ojos como platos. Después de esto no podía seguir
diciendo que no creía.
-Increíble. ¡¡¡Increíble!!!
-Y otra cosa más. El asesino tiene una cicatriz en la ceja izquierda. . No muy
grande pero bastante visible. Tiene ojos claros. Verónica conocía a su asesino.
-Pero ¿cómo puede saberlo? ¿Ella se lo dijo?
-En cierto modo. Cuando entro en trance, la energía de esa persona se mezcla en
mi cuerpo y me “habla”, me conduce, me dirige, me hace saber que quiere ser
encontrada y devuelta a sus seres queridos.
-Sabe qué Lisette, nos gustaría contar con su ayuda en la Central; en casos
como éste que no hay resultados. Cuando ya agotamos todos los esfuerzos.
-Cuando Ud quiera Inspector Kossi, siempre estaré a su orden. Cuando quieran
llamarme.
-Cuente con eso.
Continuará...
Continuará...
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