EL EXTRAÑO
Para
qué voy a contar los años que la vida te llevó de mí; las horas se detuvieron
en mi corazón aquel día de octubre, quizá fui envejeciendo, mi piel
arrugándose, mis sienes poniéndose más blancas, pero aquí adentro, el tiempo no
marchitó ese sentimiento que nada valió para ti.
Solo
recuerdo el día que te conocí, quedaste estático en mis pupilas, con tu
semblante serio, tus ojos relampagüeantes, y a partir de allí mi amor te fue
idealizando, te fue haciendo inmenso. De ti me quedó el sabor de los más dulces
besos, esa entrega apasionada de tu cuerpo, las caricias más dulces de tus
manos fuertes. Y pasó tan rápido el tiempo, que cuando me di cuenta, me
anunciaste tu partida, te ibas, así nomás, sin importar lo que dejabas atrás.
No quise demostrarte mi dolor, porque hubiera sido en vano, nada te detendría.
Después
que te fuiste, quedé sumida en un silencio total, me sentía muerta en vida; me
lo habías dado todo y me lo habías quitado todo. Te amé, te odié, rompí tus
fotos para no seguir desangrando mi alma, te arranqué a jirones de mi corazón,
a pesar de que algo de ti jamás quiso irse de mí. ¿Por qué? No sé, nunca
encontré respuestas para ese absurdo final.
¡Cómo
hubiera querido retener otro poco tu mirada! ¡Cómo hubiera querido guardar algo
que me quedara de ti! Al menos la seguridad de haberme sentido amada. Pero ni
siquiera eso me dejaste. Me quedó únicamente el sabor de las lágrimas que me
tragué en silencio. Un adiós y luego la nada…
Siguió
la vida también sin detenerse, sin piedad tejió su manto de olvido sobre
nuestras almas. Así, pasaste a ser otro capítulo del pasado. Hubo amores, sí,
pero nunca como el tuyo. Amores que se convirtieron dolorosamente en fracaso,
pero siempre en un costado de mi vida, callado, imperturbable, se mantuvo tu
historia que escribe mi nostalgia de a ratos. Tú me borraste, lo sé, así como
quien borra en un papel una nota mal escrita. Quizá me olvidaste más rápido de
lo que pensé. Fui la palabra mal escrita de tu vida, el error que no debí ser.
Mas no te culpo, fuimos títeres del destino que tuvieron la ventura o la
desgracia de encontrarse.
Preguntarme
como serás ahora sería absurdo. Te imagino con tu pelo gris, tus ojos quizá,
sin ese brillo de tus treinta años; un poco más gordo tal vez. Si volviera
cruzarme en tu camino, de ninguna forma te reconocería, serías para mí un
extraño y yo para ti una fulana desconocida. Eso es lo que hicieron los años de
nosotros, dos soberanos extraños, como si nunca nos hubiéramos encontrado;
pareciera que la vida sí quiso continuar para ti, hacia otro continente te
llevaste tu equipaje de sueños, para construir una nueva vida y el pasado se
quedó aquí, en este pueblo, donde nunca cambia nada, donde no existen
ilusiones, ni vuelos que me lleven a empezar otra vida, aquí quedé perdida, en
un túnel de recuerdos.
Seguirás
siendo un extraño, un rostro perdido entre la niebla de los años, que a veces
el sueño regresará para rendirte memoria. Un forastero fuiste que llegó un día
a adueñarse de cinco meses de mi vida y como un gitano ladrón te llevaste la
llave de mi corazón, embrujado como en una maldición. Como una maldición, sí,
pues, a pesar de los años, del tiempo que corre marchitándome, nada me deja
olvidarte, siguen clavado tus ojos aquí dentro, tan dentro del alma, para que
mi recuerdo nunca pueda decirte adiós…
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